Por decisión de Francisco, Mama Antula será la primera santa argentina

Por decisión de Francisco, Mama Antula será la primera santa argentina

La Agencia de Noticias Católica, (AICA) informó que Mama Antula se convertirá en la primera santa argentina. El Papa Francisco durante la audiencia concedida este martes al cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, el Santo Padre autorizó al mismo Dicasterio a promulgar el Decreto sobre el milagro atribuido a la intercesión de la beata María Antonia de San José.

La fundadora de la Casa de Ejercicios Espirituales de Buenos Aires que nació en 1730 en Silipica, Santiago del Estero y murió el 7 de marzo de 1799 en Buenos Aires se convierte así en la primera santa argentina. Según fuentes vaticanas, la ceremonia de canonización tendría lugar en la Plaza de San Pedro a inicios de 2024.

Mama Antula había sido beatificada en 2016 en Santiago del Estero luego de que el Papa autorizara la publicación de un milagro por la sanación de una religiosa de las Hijas del Divino Salvador, quien habría recuperado la salud en el año 1900 por intercesión de la fundadora y madre espiritual de esta congregación.

En 2010, Benedicto XVI había dado el primer paso hacia la beatificación de Mama Antula al considerarla «venerable» tras reconocer que «practicó las virtudes cristianas en grado heroico».

Una mujer audaz plena de Dios

En los albores de la Patria -cuando  aún el territorio formaba parte del virreinato del Perú- una mujer laica, vestida con ropa de varón (un hábito jesuita), puso en valor la dignidad femenina, en épocas en las que las mujeres vivían para ser madres o para ser monjas, no leían ni escribían y les estaba vedada toda actuación social independiente respecto de un hombre.

La futura santa desafió así las convenciones de la sociedad colonial y tuvo una influencia crucial y postrera en el clima independentista de mayo de 1810.

La expulsión de los Jesuitas de América, en 1767, fue el contexto histórico en el que María Antonia sobresalió. Nacida en 1730 de una noble familia oriunda de Santiago del Estero –la «madre de ciudades» desde 1553-, hablaba quechua y evangelizaba a las comunidades originarias junto con los miembros de la Compañía de Jesús, antes de su expulsión.

De hecho, fueron los quechuas quienes la bautizaron “Mama Antula”, diminutivo de Madre Antonia.

Mama Antula era una mujer audaz. Recorrió a pie casi 5.000 kilómetros por el virreinato del Perú -en las actuales provincias de Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja y Córdoba-, y cuando Buenos Aires pasó a ser el centro del virreinato del Río de la Plata se instaló en las costas porteñas, donde “puso de moda” los ejercicios espirituales ignacianos y construyó uno de los edificios más antiguos de la ciudad: la Santa Casa de Ejercicios (1784), aún en funcionamiento, manteniendo vivo el legado de la Compañia de Jesús mediante la realización de los retiros de su fundador, San Ignacio de Loyola.

Acusada de loca y de bruja, el peso histórico de Mama Antula en los sucesos independentistas de la Argentina quizá haya sido más importante que el religioso, aunque ahora se encuentre olvidado. Es considerada una Madre de la Patria: de las multitudinarias tandas de ejercicios espirituales realizados por ella en la Santa Casa, partidipaton varios próceres de la independencia, como Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga y hasta el Virrey Santiago de Liniers, según constaba en archivos guardados en 6 cajas que iban a ser remitidas a la Santa Sede, y que fueron perdidas luego del ataque durante el que incendió la Curia de Buenos Aires en  junio de 1955.

No es capricho llamarla «mujer fuerte»: mientras ella vivía, se editó en Europa un librito con su correspondencia con los jesuitas expulsados en Europa, llamado «El estandarte de la mujer fuerte». A esas cartas, llenas de alusiones historicas -como la dedicada a la revuelta de Tupac Amaru en Cuzco-, los filólogos la consideran la primera literatura originaria del Río de la Plata.

Su tarea implicaba un fuerte impacto social: protegía a las mujeres sin casa y albergaba a los niños abandonados, alimentándolos, vistiéndolos, dandoles un hogar y bautizándolos con el apellido “San José”.

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